Santa Águeda, día en que mandan las mujeres

 

El uno hace día, el dos Santa María ‑día de las Candelas‑, el tres San Blas, el cuarto San Nicolás ‑en la villa‑‑‑SanBlasillo‑‑‑‑ y el cinco Santa Águeda, como dice un antiguo refrán castellano. Cuando llegan estas fechas del mes de febrero, la villa celebra las festividades en honor de San Blas, su patrón, y de Santa Águeda, conocido por ser el día que mandan las mujeres.

 

Fue un dominico genovés, Santiago de la Vorágine, quien en su Leyenda Dorada, escrita hacia el año 1264, nos cuenta en la vida de Santa Águeda que el cónsul romano Quintiliano la torturó cortándole los pechos, ante su negativa de mostrarle su cuerpo desnudo. Milagrosamente, un ángel la confortó y curó.

 

La religión católica, en honor de la Santa, instauró esta conmemoración el día 5 de febrero, dos días después de San Blas. En algunos pueblos de España, y mas concretamente en nuestra villa el día de Santa Águeda ha tenido y sigue teniendo gran arraigo popular como una fiesta previa al Carnaval en la que las mujeres de entonces invertían sus papeles sociales revelándose contra el poder establecido y contra el dominio masculino, quedando entonces y ahora como una fiesta tradicional de las mujeres.

 

Espinosa de Henares, fue en la antigüedad un pueblo eminentemente agrícola. Aún más, sin propiedades propias, mas todas eran cultivadas por renteros o se trabajaban por cuenta de los dueños de la finca ‑‑‑Espinosa‑como jornaleros, de ahí el apodo de ‑‑‑descamisados‑‑‑a sus habitantes.

 

La fiesta en nuestro pueblo nos hace suponer que remonta su celebración a los siglos XVI‑XVII. Según la leyenda, la costumbre de hacer la hoguera este día de Santa Águeda se hizo por primera vez, al salir las mujeres de la función religiosa en su honor. Pasaban dos leñadores con sus mulas o asnos cargados de gavillas de leña, para su venta en la villa; les obligaron a descargarla y seguidamente, amontonada, le prendieron fuego, haciendo una gran fogata, tradición que no se ha perdido en el transcurso de los años.

 

En una memoria‑interrogatorio que mandó hacer el rey Felipe II, a finales del siglo XVI, con la intención de formar la historia de los diversos pueblos de España, la villa de Espinosa de Sobre Henares ‑así se ha llamado siempre, casi hasta este siglo‑, dicha villa es del ilustrísimo Marqués del Cenete, Duque del Infantado, y en la instrucción y memoria de las relaciones que se hicieron en la villa de Espinosa, en la referente a si es abundosa o falta leña, respondieron, que como dicho tienen, es tierra falta de leña, y que la van a comprar de algunos montes comarcanos.

 

En unas respuestas generales hechas en la villa, el 12 de noviembre de 1752, respondieron que dicha villa de Espinosa de Sobre Henares es de la ilustrísima Señora Duquesa del Infantado, y a una de las preguntas dijeron que cuenta con dehesa boyal, en la que parece se encontraba roble, carrasca, jara y retamas.

 

De ahí que maticemos y demos el origen de esta fiesta sobre los siglos reseñados anteriormente.

 

Llegarnos a lo que propiamente es la fiesta. Cada 5 de febrero, día de Santa Águeda, desde las primeras horas las célebres ‑águedas‑ nombre con el que se conoce a las mujeres de la villa en este día,  salen de sus casas ataviadas con trajes regionales, atuendo típico de las antiguas labradoras. Sin saber de dónde y cuándo se ven congregadas ante la puerta de la que va a ser proclamada alcaldesa. Todo el séquito de mujeres‑águedas se dirige al Ayuntamiento, donde los vecinos esperan a la comitiva con la curiosidad de conocer la identidad de la nueva alcaldesa. En presencia de las águedas, el alcalde de la villa, le hace entrega del bastón de mando e impone la banda de alcaldesa, con el que presidirá todos los actos del día. Hasta las 24 horas ostentará el gobierno del pueblo en representación de todas las mujeres. Seguidamente, la banda es impuesta a las dos concejalas, que acompañarán a la alcaldesa a todos los actos programados y que al hacer presencia en los balcones del Ayuntamiento son recibidas con vivas y repetidos aplausos. Tras un intercambio de palabras de agradecimiento, la nueva alcaldesa invita a los vecinos a que se diviertan en la fiesta y reine la alegría.

 

Después del protocolario acto, y al son de la charanga que les acompañará durante todo el día, desde la Plaza de España, da comienzo el desfile por las calles del pueblo, y así calle por calle hasta la hora de la función religiosa.

 

Junto al altar, la imagen de Santa Águeda preside la ceremonia de la Santa Misa, que es cantada por todas las mujeres; al ofertorio, ofrenda de frutos, dulces y ramos de flores, y a la terminación de la Eucaristía, la Santa es llevada por las mujeres sobre andas en procesión por calles y plazas, no dejando de bailar y cantar en todo el recorrido. A la llegada de vuelta a la puerta de la iglesia, son subastados los ''maneros'' para entrar en el templo a Santa Águeda, entrada que es despedida con vivas y grandes aplausos.

 

Terminados los actos religiosos, y siempre las águedas acompañadas de la música, prenden fuego a la hoguera en la plaza de costumbre; mientras ésta arde, se interpretan bailes y cantos populares y regionales, a la vez que corretean por la plaza incansablemente al son de la orquesta. Siempre hay mirones varones, que ya saben a lo que se exponen si les piden dinero o les sacan a bailar y no lo hacen, darse una carrera y que alguna vez sean alcanzados por las mujeres, y lo menos que les ocurra, es que les quiten los pantalones, como es costumbre, y en este tiempo no es para quedarse en paños menores; y si no que se lo pregunten a Gerardo Martínez “Barrabás”, que hace varios años lo vieron en toda España, por la retransmisión que hizo de la fiesta TVE: le dejaron en calzoncillos, y menos mal que llevaba peleles.

 

Es curioso observar cuando el fuego adquiere pujanza en la hoguera, a las mujeres de nuestro pueblo, entre chispas como estrellitas de oro, como sienten en sus venas el borbotón de la juventud.

 

Aquí viene muy bien la siguiente seguidilla manchega, adaptada a la villa, que se canta en este día:

 

A Espinosa, niña,

vine contigo.

Menudo fue el asombro

de Santa Águeda.

Quizá pensara

lo bonita que tienes

niña, la cara.

 

Al final de la hoguera, cuando la leña es ceniza y alguna ascua ya pierde su brillo y más tarde todas, con el dinero que sacan por estos procedimientos, como los antes descritos y lo que saquen de rascarse el bolsillo, comen en hermandad en algún local o restaurante de la villa, comidas típicas del pueblo, y mientras tanto los hombres en el trabajo y a los quehaceres domésticos, pues este día solamente llega una vez al año.

 

Por la tarde, alegres después del banquete, hacen baile y en los intermedios o descansos de la música tiene lugar el “baile de la rueda”, en el que sólo intervienen las mujeres, y si algún osado varón pretende entrar, sale trasquilado. El baile es costeado por la Asociación o Hermandad de Santa Águeda, y el Ayuntamiento contribuye a popularizar la fiesta. Todo el pueblo se da cita en el salón, que en ocasiones se ve acompañado de gente forastera que intenta disfrutar también de la fiesta, siendo las mujeres en este día las que sacan a bailar a los hombres.

 

Esta fiesta de nuestra villa, que aunque pequeña en habitantes, sus fiestas son del rango y concurrencia de una ciudad mayor, la tradición y el estímulo por su conservación han hecho que llegue hasta nuestros días con el mayor esplendor.

 

Recordemos ahora unos versos del Arcipreste de Hita, en el que nuestras águedas son fiel reflejo:

 

Chica es la calandria y chico el rroyseñor;

pero más dulce canta, que otra ave mayor;

la muger, ser chica, por eso non es pior;

con doñeo es más dulce, que azucar nyn flor.

Syempre quis'muger chica, más que grand'nin mayor;

¡Non es desaguisado de gran mal serfoy dor!

del mal, tomar lo menos: díselo el sabidor:

¡por end'de las mugeres la menos es mijor!

 

Verdad es que Juan Ruiz conocía nuestros pequeños pueblos y a sus mujeres, que aunque de bajo linaje, sabían ser alegres en las fiestas y dulces como el azúcar de la flor -como nuestra miel de la Alcarria- pero nunca derivaron en el loco y liviano amor.

 

El mandato de la alcaldesa acabará a la media noche. Nuevamente, y esta vez sin ritual, las aguas vuelven a su cauce, y el poder femenino desaparece. Habrá que esperar al próximo año, a la próxima fiesta de Santa Águeda, día que mandan las mujeres, en todos los hogares espinoseros, para nombrar la nueva alcaldesa que rija los destinos del pueblo de una forma tan particular, de ser las dueñas de todo y hacer y deshacer a sus anchas.

 

Desde hace pocos años se va haciendo costumbre que el alcalde y las autoridades sean invitados por las águedas a tomar café y brindar con una copa de cava español.

 

También va siendo tradición que después de la proclamación de alcaldesa y concejalas y en la procesión con la imagen de Santa Águeda, desfile el grupo de "majorettes" de Espinosa.

 

 

Miguel Mínguez Gutiérrez, Cuadernos de Etnografía de la provincia de Guadalajara.

 Aportado por Carlos García.