El plomo (Pb) es un compuesto
inorgánico, de la familia de los metales
denominados pesados, que tiene carácter
tóxico, y que si bien aparece en el ambiente
sin combinar, tiene la capacidad de formar parte
de compuestos orgánicos.
En la atmósfera está
presente como partículas de muy bajo diámetro
(próximas a la micra), lo que unido a su
toxicidad, capacidad de bioacumulación
en los tejidos, y a su elevada persistencia en
el ambiente, puesto que es de difícil degradación,
lo hacen un contaminante muy peligroso para los
seres vivos.
Hace unos años el plomo
era un contaminante "habitual" en la
atmósfera debido principalmente a su utilización
como antidetonante, incluyendo derivados alquílicos
de este metal en diversos combustibles, principalmente
de automoción, por lo que era un contaminante
habitualmente emitido por el tráfico rodado.
De hecho, desde que la normativa prohibió
el uso de este tipo de compuestos, los niveles
de plomo en inmisión se han visto drásticamente
reducidos.
Además del tráfico
rodado, que actualmente ya no emite este contaminante,
se emite en algunos procesos industriales y manufactureros,
especialmente en empresas de la fundición
y en aquellas que supongan manipulación
del mineral, fabricación y utilización
de pinturas y barnices con plomo, fabricación
de baterías, utilización de óxidos
de plomo en proceso, incineración de residuos,
etc. La emisión también puede venir
de la combustión de carburantes fósiles,
como el carbón, que incluyan en su composición
restos de metales pesados.
El plomo, una vez que ha sido
inhalado o ingerido por los seres vivos ingresa
en el organismo y circula por el torrente sanguíneo
depositándose en glóbulos rojos,
tejidos blandos, tejido óseo y cerebro,
principalmente, bloqueando la síntesis
de hemoglobina y alternado el transporte de oxígeno
en sangre, generando anemia y daños neurológicos
irreversibles. Una vez depositado en estos tejidos
el plomo no se degrada y tiene una tasa de eliminación
muy baja, por lo que da lugar al efecto denominado
como "bioacumulación" ante exposiciones
prolongadas, lo que afecta gravemente a las cadenas
tróficas y aumenta su toxicidad.
Sus efectos sobre la salud son
diversos aunque se manifiestan principalmente
en el sistema nervioso central, pudiendo incluso
llegar a provocar la enfermedad denominada como
Saturnismo, en personas muy expuestas durante
largos periodos de tiempo. También provoca
efectos en otros sistemas como el metabólico,
al inhibir determinadas funciones enzimáticas,
o el cardiovascular.
El valor límite contemplado
por la normativa es de 0,5 µg/m3 como media
anual límite para la protección
de la salud humana, atendiendo a los niveles establecidos
por la Organización Mundial de la Salud,
y su determinación en la Red de Control
se lleva a cabo en estaciones representativas
de la red de control utilizando como referencia
la norma UNE 77.230:1998 para la captación
de material particulado y su determinación
de contenido en plomo mediante espectrometría
de absorción atómica.
En Castilla-La Mancha los niveles
de este contaminante son normalmente muy bajos,y
permanecen estables a lo largo de todo el año,
no detectándose fluctuaciones de relevancia.
Los niveles en los que se encuentra el plomo en
la red de control son inferiores a 0,1 µg/m3,
muy por debajo del límite establecido por
la normativa, no superando en ningún momento
el valor de 0,02 µg/m3 como valor máximo
diario.
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