En
el primer tercio del siglo XVIII llegó a Navalón, para su custodia en la
iglesia parroquial, un fragmento del Lignum Crucis, el cual, sin duda, debió
significar un fuerte impulso para la hermandad de la Vera Cruz, que ya existía
en el lugar desde dos siglos antes. La reliquia del instrumento en la que Cristo
había sido crucificado, que contaba con su correspondiente certificado de
autenticidad, había sido donada a la parroquia por uno de los hijos ilustres
del pueblo, el sacerdote Felipe de Atienza y Bordallo, que después de haber
ejercido la cura parroquial en diversos lugares, como Riopar y Jorquera, fue
administrador del madrileño Real Hospicio de Nuestra Señora de la Inclusa,
para niños expósitos, ciudad donde falleció en el mes de octubre de 1732. Éste
es otro de los objetos que en 1978 fueron llevados, en calidad de depósito, a
la Comisión de Patrimonio de la diócesis.
Las condiciones, humanas y sociales, de Navalón en pleno siglo XVIII,
eran muy diferentes a las que este mismo lugar ostenta en la actualidad, cuando
en los duros meses de invierno el pueblo se queda prácticamente vacío. Según
el catastro del marqués de la Ensenada (1787), su población era de doscientos
setenta habitantes, entre los cuales había aún cinco hidalgos y hasta un
escribano. Fuenterruz, citado como perteneciente al término de Jábaga aunque
en realidad siempre ha pertenecido al de Navalón,
tenía según la misma fuente veintidós habitantes. Finalmente, por lo que
respecta a Jabaguilla, este lugar era ya un despoblado a finales de esta
centuria.
Por otra parte, varias eran las piezas eclesiásticas que existían en el
lugar en pleno siglo XVIII: un beneficio curado, ayudado por un teniente de cura
para el anejo de Fuenterruz, una prestamera, un préstamo y un refitor,
perteneciente éste último al Deán y cabildo de la propia catedral de Cuenca.
Por lo que respecta a las ermitas, los libros de visitas que se conservan en el
Archivo Diocesano de Cuenca sólo hablan de las de la Quinta Angustia y Nuestra
Señora de Tejeda, aunque también conocemos las de San Sebastián y, sobre
todo, San Roque, aunque no sabemos cuando habían sido edificadas. Por último,
además de la hermandad de la Vera Cruz, sin duda la más importante de todas,
existieron en el lugar otras cuatro cofradías: Ánimas, Santísimo Sacramento,
San Sebastián y Nuestra Señora del Rosario.
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