El planeta Tierra es la
consecuencia de una maravillosa y compleja conjunción de fuerzas
físicas que, a lo largo del tiempo, dieron como resultado la vida
en sus diferentes formas y manifestaciones. El desarrollo y progreso de la humanidad han estado unidos a su capacidad para utilizar los recursos y materias primas que la Tierra, y específicamente la corteza terrestre, ha puesto a su disposición. La capacidad de aislamiento de la corteza terrestre no sólo ha proporcionado muchos de los recursos clave para el progreso humano, sino que ha hecho también posible la conservación de los restos de los primeros pasos de la humanidad y de las primeras culturas, permitiéndonos así la reconstrucción de nuestra propia historia. A medida que la ciencia y la tecnología han ido progresando en el conocimiento del origen y funcionamiento de los procesos geológicos y geoquímicos, el aprovechamiento de los recursos ha sido cada vez mayor y más intensivo, lo que ha tenido también como consecuencia la aparición de grandes volúmenes de residuos de diversas tipologías. Sin embargo, sólo en las últimas décadas del siglo XX el ser humano tomó conciencia de que el mantenimiento de la calidad de vida actual sólo puede sostenerse en base a una protección prioritaria y activa del medio que la sustenta. El conocimiento de nuestro planeta debe permitirnos, además de un uso más racional de los recursos naturales, el aprovechamiento de su capacidad de conservación, para preservar mejor a las personas y al medio ambiente de los residuos que el progreso genera. La sociedad debe aplicar los conocimientos alcanzados por la ciencia para obtener soluciones seguras, viables y de gran calidad ambiental en la resolución de los problemas reales sobre la gestión de los residuos que generamos, así como tomar conciencia de la importancia de la investigación en el desarrollo del ser humano y en su convivencia armónica con nuestro planeta. |
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