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Las Leyendas del Alto Rey:

 Sobre las leyendas, sobre la montaña sagrada, hay varias, una de ellas es:

  • El padre y los tres hijos ( se llevaban muy mal los tres hijos y el Padre les castigó y así dicen que surgieron el Santo Alto Rey, el Ocejón y el Moncayo, que se ven pero no se tocan).

 

  • El aceite de la cueva (donde dicen que mana del techo, aceite, para iluminar la lámpara puesta al lado de la imagen del Cristo. Un día pasó el pastor a recoger el aceite y desde entonces se transformó en agua).

 

  • La ermita que se caía ( los monjes decidieron construir otra ermita, a un lugar más templado, en término de Bustares, denominado Pradera de Santa Coloma, lo que edificaban durante el día, por la noche se caía, al fin la acabaron y trasladaron las imágenes y al día siguiente aparecieron todas en lo alto de la montaña).


  • Los tesoros escondidos (dicen que hay enterrados, dentro del suelo de la ermita, un caldero de oro y un becerro, se escondió por la llegada de los árabes, o bien por los carlistas).


 Estas son leyendas, pero a continuación, voy a describir, una realidad, que sucedió según el corresponsal en Hiendelaencina, D. Constantino de la Torre:

    Un año fue grande la afluencia de personas a la Romería del Santo Alto Rey, y poco antes de comenzar la función religiosa, se desencadenó una aparatosa tormenta de lluvia y granizo, para guarecerse de la cual, penetraron muchos individuos en la ermita, quedando bastantes en el pórtico.
    Cuando más arreciaba la lluvia y se percibía el fragor de los truenos, cayó en el pórtico una chispa eléctrica, produciendo horrible impresión entre el gran número de personas que allí había.
    Pasado el estupor de los primeros momentos pudo comprobarse que la exhalación había ocasionado la muerte de Martín Sanz y Cándida Chicharro, ambos vecinos de Albendiego, hiriendo, además, a quince personas de Bustares, Prádena de Atienza e Hiendelaencina.
    Muchas personas huyeron despavoridas de aquellos sitios; pero otras se apresuraron a socorrer a los heridos, conduciéndolos a sus respectivos pueblos.

    Los cadáveres fueron trasladados a Aldeanueva de Atienza, a cuyo término municipal pertenece el Santuario del Alto Rey.
    También ha ocurrido el caso tan frecuente en estos fenómenos de haber resultado ilesas personas inmediatas al sitio de la descarga y en cambio haber sido heridas otras distantes.
    En el lugar próximo a la verja cayó en estado agónico Cándida Chicharro, y Martín Sanz, de Albendiego, que además tenía en sus rodillas a un niño, al cual no le pasó nada y si murió un hermoso mastín propio de Don Donato Gómez, de Miedes. Este y su hijo que se hallaban junto al hombre muerto, resultaron ilesos.

    Merece citarse el servicio prestado de orden judicial por dos vecinos de Aldeanueva, quienes durante la noche custodiaron los cadáveres en aquel sitio inhospitalario, en medio de un frío glacial y bajo la pavorosa impresión del suceso.