Se trata de una tradición muy antigua. Esta costumbre romera,
pues si en los años finales del siglo XVI existía esta acendrada
y multitudinaria costumbre, quiere decir que sus inicios eran
muy anteriores, quizás medievales.
Estas romerías, sin embargo, eran particulares, de cada pueblo
en solitario, y se celebraban en días diferentes, a lo largo del
año, aunque predominaban en la primavera bien entrada, y en el
final del verano, las épocas más agradables para subir al monte.
Los de Aldeanueva de Atienza celebraron su romería
tradicionalmente el mismo día que proponía la Bula papal del
siglo XVIII: esto es, el día siguiente de la Pascua de
Pentecostés, que siempre era lunes.
Tras un repique bien sonoro de campanas en la iglesia, salían
todos en procesión, llevando al frente de ella el pendón y la
cruz parroquial. El pendón se llevaba plegado hasta la cima y al
llegar a la Callejuela, allí comían un huevo cocido como era
costumbre.
Una vez en lo alto de la montaña, se celebraba una Misa en el
interior de la ermita, haciendo después de ella una procesión
hasta una eminente peña (donde después se ha construido un
púlpito metálico). Allí se subastaban rosquillas, magdalenas y
tortas. Luego venía la comida, que se celebraba en la Fuentetablá. El Ayuntamiento invitaba a vino, que era repartido
por el alguacil, a quien cada familia le iba dando algo de
comer. Luego se hacía el baile, terminando la fiesta en la plaza
del pueblo, junto al río San Cristóbal, con nueva merienda.
Era costumbre de los de Aldeanueva celebrar las vísperas de la
romería con un buen boleo de campanas y una ronda de mozos.
La romería conjunta:
Tras la Guerra Civil Española se tomó el acuerdo y la decisión
de subir en romería todos los pueblos juntos. Existen varias
opiniones sobre la razón que impulsó a hacer esta Romería en
conjunto. Parece ser que el arreglo de la ermita después de la
Guerra Civil obligó a unificar estas subidas. Durante la segunda
República y la Guerra se había suspendido la costumbre, y esto
hizo que se deteriorara mucho e templo.
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La subida se hace cada pueblo con su pendón, su cruz parroquial,
y su Ayuntamiento al frente. Cada uno desde su localidad, para
juntarse en el camino, o en la cima, y hacer allí una
celebración multitudinaria, no sólo ya de fervor religioso, que
siempre es lo principal, sino de auténtica demostración de
unidad comarcal.
La tradición que hoy existe dice que esta iniciativa surgió en
los años veinte, tras la caída de un rayo sobre el grupo que
formaban los de Albendiego que habían subido a pasar el día en
lo alto.
El caso es que desde entonces se tomó la decisión de celebrar
todos los pueblos juntos de romería del Santo Alto Rey el 12 de
septiembre. Los Estatutos reformados por don Abraham Martínez
Herranz en 1956 así lo sancionaban, y de este modo se ha venido
realizando, con un fervor y una afluencia de público cada vez
mayores.
En años recientes, se decidió cambiar nuevamente la fecha, y
ponerlo el primer domingo de septiembre. Todavía es más reciente
la decisión última de trasladar la fiesta al primer sábado de
septiembre, por razones de práctica social aceptadas por todos. La fiesta, en esencia, es similar a lo que se ha hecho desde
tiempo inmemorial. Únicamente que ahora se junta en la altura un
buen número de gentes. La mayoría suben ya por carretera, en sus
automóviles, a través del camino asfaltado que se construyó hace
años para servicio de la base militar puesta en las cercanías de
la ermita. Allí se juntan, sin embargo, los pendones y las
cruces parroquiales de los siete pueblos, con sus párrocos y sus
alcaldes respectivos. Se dice la misa, se recitan cánticos
religiosos y se subastan los brazos de las andas y algunos
dulces y donativos. Finalmente, la procesión saca al brillo del
sol los colores y las formas de las imágenes queridas y
veneradas del Santo Alto Rey y de la Virgen Nª Srª de los
Ángeles. |
La costumbre de celebrar concursos entre los asistentes, ya
antigua, se ha revitalizado. Y así, se han celebrado en los
últimos años, previa convocatoria, concursos de poesía, de
trajes típicos de la sierra, e incluso de jotas y rondallas.
Todo ello, habitualmente completado con la lectura de un pregón
por alguna personalidad intelectual de la provincia, y el
reparto de limonada.
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